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domingo, 10 de noviembre de 2013

Autobiografía



Autobiografía de un niño perro

1.
Ser chico es vivir sin causas ni efectos. Sin tener noción de causalidad. Lo que te pasa se te presenta como un capricho. Siempre banal. Siempre ajeno. Como un vago designio de una entidad mayor.
Las personas entran y salen de tu vida sin que sepas de dónde venían o hacia dónde se fueron. Las situaciones siempre te ocurren. Nunca sos vos el que las provoca. No tenés control de casi nada: cómo te limpias los mocos, si con la manga o el pañuelo, si jugás a la mancha o a la escondida, y poco más.
Cuando sos chico, las decisiones que te afectan, las insignificantes y las que te van a dejar una marca, son tomadas por los mayores a puertas cerradas. O ni siquiera. Una puerta cerrada levanta sospechas. Las decisiones que valen son tomadas cuando vos no estás, cuando estás en el jardín de infantes o cuando la abuela te llevó a la plaza. Y vos que pensabas qué buena que es la abuela, siempre llevándome a la plaza. La vieja te estaba entreteniendo mientras tu futuro se jugaba en una bronca marital. Y cuando volvés a casa, los efectos de esas decisiones que se tomaron te golpean como una realidad inexorable, como lo que no tiene ni nunca tuvo la posibilidad de ser distinto. Y vos no entendés por qué las cosas se presentan de ese modo, si apenas un rato antes todo era como siempre había sido.
En este sentido estricto creo que ser niño no es muy diferente a ser un perro.

2.
Hace poco leí una entrevista a Eugenio Cuttica, en la que decía que un artista es un niño que sobrevivió. Me dicen que Picasso había dicho lo mismo antes. No importa quién lo haya dicho o pensado primero. La originalidad está sobrevalorada.
En mis días buenos, no puedo no darles la razón a Cuttica y a Picasso. Pero en los otros, pienso que un artista es más bien una persona que empezó a morirse ya de chico.
Todos nos morimos. A cada momento. La mayoría de la gente se da cuenta cuando se enferma o cuando ya se puso lo suficientemente vieja. Otros se creen que van a vivir por toda la eternidad.
Los artistas, creo yo, empiezan a morirse a los 3 años. O antes tal vez. A esa edad algo se muere, y nos hacemos concientes de que cada día que pasa otra cosa, otra persona, otra situación, nos deja. O se va o se muere.
Muchas veces, un artista fue un perro en su niñez. No siempre los niños perro se convierten en artistas.

3.
No es que yo me crea artista. Si vamos a empezar a ponernos rótulos, tal vez me quede mejor el de artesano. No sé. Las palabras ya estaban inventadas cuando uno llegó. También los libros y la literatura. Uno no ha hecho nada. Uno simplemente toma un poco de barro y trata de levantar una vasija. Casi siempre esa vasija termina siendo un cenicero o una olla. Es por impericia. A veces termina siendo una vasija, pero fea. Entonces se tira en el fondo de la alacena porque da vergüenza mostrarla a las visitas.
Cuando era chico, cuando era un niño perro, nunca imaginé terminar haciendo lo que hago. Ahora tampoco lo imagino. Simplemente lo hago. A veces eso que hago me hace sentir persona. Es un efecto de una decisión que tomo concientemente. Pero entonces uno deja de escribir y sale a la calle, y entonces la realidad te pasa por encima. El devenir te atropella. Como a un perro.


           

1 comentario:

  1. Debo admitir que con la primera parte estoy de acuerdo, había veces en que REALMENTE ODIABA no poder tomar mis propias decisiones, y aún siguen siendo así algunas cosas, aún no soy totalmente libre, pero el arte...
    El arte me hace libre... y es gracias a su magia que conservo la inocencia que no pienso perder. Bien citaste: El artista es el niño que sorevive.
    El arte hace más soportables los golpes que la vida le pueda dar al artista, la vida no puede ni porá golpear tan fuerte a quienes aman el arte, porque todo dolor que la vida les cause se convierte en fuerza por el poder de la magia del arte. No pienses en aquello que odias, sino en lo que amas.

    Consejo de vida de este joven amante del amor y el arte.

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