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jueves, 8 de agosto de 2013

Traducción de género

–Buenas noches, nona. ¿Cómo anda? –preguntó la Colo ni bien entró. Venía apurada, cargada de bolsas y con la bufanda hasta los ojos, así que saludó en dirección a su abuela sin siquiera mirarla.
La vieja estaba sentada en la cama, tapada hasta el cuello, en la penumbra.
–Hola, m´hija –carraspeó.
La Colo llevó las bolsas del super a la kitchinette.
    –Tiene la voz medio tomada. ¿Otra vez salió desabrigada?
    –No, se conoce que me bañé con la puerta abierta y me agarró un chiflete, nena –contestó la vieja con la voz quebrada.
    –Ay, nonita, usted sabe que se tiene que cuidar –dijo la Colo mientras guardaba algunas latas en la alacena. –¿Qué vamos a hacer si le pasa algo?
    –No es nada. Por eso estoy haciendo cama. Para mañana voy a estar bien –dijo la vieja y tironeó un poco más del cubrecama hasta taparse la nariz.
    La Colo terminó de guardar las compras y puso la pava al fuego.
    –Se toma unos mates conmigo, ¿no?
–Hoy todavía no almorcé, así que estoy con un hambre.
La Colo preparó la bandeja con la yerba y el azúcar.
–¿No quiere que le haga una tostadita con manteca? –dijo la Colo.
–No, nena, no se moleste. Hay unos bizcochitos de grasa por ahí.
La Colo agarró la bandeja y los bizcochitos y se fue a sentar en la cama al lado de la abuela.
–Nona, ¿qué tiene en los ojos?
–No sé. Nada, ¿qué tengo? –preguntó la vieja refregándose.
–Están distintos.
–Debe ser que tengo un poco de calentura –dijo la vieja tocándose la frente.
La Colo cebó un mate y se lo pasó a la vieja, que se destapó hasta la cintura y chupó fuerte la bombilla.
–Nona, ¿qué le pasó en la cara?
–No sé, me siento medio hinchada. Debe ser la pastilla esa que tomé para la gripe.
–Yo la veo como más tetona hoy también.
    –Es el vestido que me queda tirante de sisa –la vieja devolvió el mate y la Colo volvió a cebar.
–Ay, nona, ¿qué tiene ahí?
–¿Dónde?
–Ahí, arriba de las piernas. Le quedó el control remoto abajo de la manta, parece –dijo la Colo y le dio un golpecito.
La vieja pegó un respingo.
–Cuidado, preciosa –dijo con una voz profunda y cavernosa. –No la vas a querer romper, ¿no?
La Colo la miró sin entender. La miró y no comprendía cómo esa voz oscura y cargada de urgencia salía de su abuela. La miró y vio los ojos desesperados. Vio la sombra gris alrededor de la boca. Vio una teta que le colgaba más que la otra. Vio un mechón de pelo oscuro que asomaba por debajo de las canas. Miró el bulto, y vio cómo la mano subía y bajaba la manta. Pero no pudo gritar. Un puño le encontró la cara como un mazazo.
Desde el piso, gusto a sangre, la habitación giraba, estaba lejos, borrosa, la nona estaba parada a su lado, pero su pelo estaba tirado en el piso, ahora caía también el vestido, y un corpiño lleno de trapos, y un hombre la miraba, la cara cerca, agachado a su lado, lo conocía, era alguien, lo veía y él la miraba, era Horacio, del barrio, ¿podía ser?, en la calle le decían el Lobo, hablaba, aliento a cloaca, seguía hablando, pero sin voz, sólo un zumbido, la agarraba del brazo, la habitación daba vueltas, el techo, la cama caliente, las sábanas húmedas, el olor, ese olor, la daba vuelta, y el gusto a sangre, los tirones, la cama se movía, ese zumbido, los tirones y el pantalón le raspaba la piel, las manos, estaban en todos lados, le sostenían las caderas, la abrían, la reptaban, la respiración en el cuello, el olor, y AHHH el grito, su grito, era su grito.
–Ahhh –gritó la Colo.
El Lobo la abría con las dos manos, y le empujaba la verga hacia adentro. Ella lo sentía cada vez más adentro, llenándola, raspándola, su carne contra la piel seca, la fricción caliente, el dolor, el músculo que no quería ceder, pero que se abría y lo aceptaba, lo envolvía, no podía rechazarlo, no podía defenderse, cerrarse, clausurarse, no podía. No podía.

1 comentario:

  1. Bien traducido! Sobre todo, las sorpresas del principio me parecen geniales. La Colo, la voz de la abuela, etc.

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